Por: Orlando de la Rosa Jacobo
26 de marzo del 2013
5:50 am
Como no quisiste amarme, tampoco te marchaste; al no pretender ser de mí una aventura, una de aquellas que tantas veces has vivido, sólo la corriente has seguido, sin comprometerse, sin sentir.
Ahora que ha emergido el sol ya no soy tuyo, y aunque suelo pensarte ya no soy de ti, prométeme que no sentirás celos cuando me veas ser feliz como contigo pude ser, porque fue lo que quisiste y yo solo respeté.
Prométeme que ya no me pedirás canciones, que no ansiarás aquellas flores que a escondidas te solía dejar, los detalles que te volvían loca, aquellos que no supiste valorar.
Prométeme que no leerás mis versos, esos que te parecían tan intensos porque ya no hablarán de ti. Y aunque escuches mil veces aquellas grabaciones que una noche te dejé, las encontrarás siempre vacías porque en ellas ya no estaré.
Prométeme que solo seré un lindo recuerdo, y que no sentirás tristeza cuando me veas partir; tampoco cuando leas estas líneas carentes rima, que al buscar que nombre le pondría, partí tu nombre en dos y al tomar lo que quedó la bauticé: Canción Vil.
martes, 26 de marzo de 2013
lunes, 25 de marzo de 2013
"Color Negro Orlando"

Por: Orlando de la Rosa Jacobo
25 de marzo del 2013
5:55 pm
(VDG)
Aunque mucho aconteció, nada pasó.
El tic tac de mi reloj se hizo más lento, y al parecer se amplificó, mi hálito se
congeló, mi visión se oscureció, se hizo gris, por lo que no tardé en inferir
que de mis ojos una lágrima estaba por salir.
Excusas por demás, armaduras que
nunca faltan y mis ganas de no sentir; un aliento malnacido que me aparta de lo
que soy, todo aquello se esfumó en un suspiro azul, igual al de aquel blues que
un día escuché por ti.
Una copa impregnada de un brillo
labial que nunca llegué a probar, manchas rojo azul sobre mi asiento blanco que
siempre me recordarán que existes, que me obligarán a evocar aquellos crudos
sentimientos con los que una vez te sentí mía.
Notas intocables, acordes que
nunca formé, arpegios indescifrables a los que muy pronto me aferré. Pero el
sonido de un acordeón amarillo me
recordó que ya había estado aquí, por testarudo más que por suertudo, pero
intuí no ser feliz.
Al parecer no eras tú a quien
tantos versos escribí, por quien me hice ese loco sonador de quien siempre me
acusaste. Más no olvidaré mi promesa de no dejar de ser, mucho menos de sentir, y
es por ello que siempre aderezaré todo lo que soy con el color Negro Orlando.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)