
Por: Orlando de la Rosa Jacobo
22 de Marzo del 2006
Blanco cuando te veo, y mi voluntad suspende sus latidos. De forma abrupta y a la vez imperceptible, entras a través de mis sentidos, te sientas en mi alma y con ella tomas el café.
Negro cuando te vas y escasean las excusas tontas que utilizo para retenerte. Cuando a lo lejos te veo y no puedo acercarme tratando de evitar el murmullo de los habladores.
Blanco cuando extiendes tu pelo de lado en forma de abanico, exhibiendo líneas de color dorado, que te crean una cortina para que nadie sepa qué estas mirando.
Negro cuando en las mañanas no te veo. Me pierdo en el vacío de tu ausencia, y se silencian mis ganas de reír. Una nube de tristeza se apodera de mí hasta que al fin llega la noche.
Blanco cuando no puedes verme y de forma astuta recoges tu pelo, dándole espacio al ojo de tu cuello para que a lo lejos y en la virtualidad del deseo nuestras miradas se acaricien.
Negro si mis sueños no dejan de ser sueño. Si tu boca no se adueña de la mía y sigue siendo mi brazo quien pruebe de tu miel.
Blanco porque ahora me alimento de ti hasta que decidas y complacido yo al comer de tu mano, no dejaría de ser humano sólo por estar contigo pero si me convertiría en tu ombligo para estar cerca de ti.
Por eso a veces blanco, a veces negro, pero siempre sincero.
22 de Marzo del 2006
Blanco cuando te veo, y mi voluntad suspende sus latidos. De forma abrupta y a la vez imperceptible, entras a través de mis sentidos, te sientas en mi alma y con ella tomas el café.
Negro cuando te vas y escasean las excusas tontas que utilizo para retenerte. Cuando a lo lejos te veo y no puedo acercarme tratando de evitar el murmullo de los habladores.
Blanco cuando extiendes tu pelo de lado en forma de abanico, exhibiendo líneas de color dorado, que te crean una cortina para que nadie sepa qué estas mirando.
Negro cuando en las mañanas no te veo. Me pierdo en el vacío de tu ausencia, y se silencian mis ganas de reír. Una nube de tristeza se apodera de mí hasta que al fin llega la noche.
Blanco cuando no puedes verme y de forma astuta recoges tu pelo, dándole espacio al ojo de tu cuello para que a lo lejos y en la virtualidad del deseo nuestras miradas se acaricien.
Negro si mis sueños no dejan de ser sueño. Si tu boca no se adueña de la mía y sigue siendo mi brazo quien pruebe de tu miel.
Blanco porque ahora me alimento de ti hasta que decidas y complacido yo al comer de tu mano, no dejaría de ser humano sólo por estar contigo pero si me convertiría en tu ombligo para estar cerca de ti.
Por eso a veces blanco, a veces negro, pero siempre sincero.
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