martes, 21 de abril de 2009

"Cronica Sobre la Conquista de un Amor" (1ra Parte)


Por: Orlando de la Rosa Jacobo
07 de diciembre del 2007
12:39 am

Perdido entre un mar de gente vi tu rostro, oculto tras aquellos ingenuos espejuelos que cubrían tu rostro con aura de pureza, acompañados de una dulce y tierna sonrisa capaz de comprar corazones.

Con vagas excusas abordé tu espacio, me hice dueño de tu tiempo y me empapé de ti, moví la primera ficha de aquel juego de ajedrez al cual apostara toda mi felicidad.

Entre jeringas, guantes, soluciones y catéteres, escudriñé tu esencia mientras te ayudaba a socorrer vidas, sin darme cuenta que compartíamos más de una sola pasión.

Aquella madrugada te di de mi abrigo y disfruté sobremanera el verte pasillar cargado mi prenda, aquella que dejaste impregnada del aroma que decora tu sutil y ectópica belleza.

Me quede esperando por tu voz, y me senté bajo la sombra, mas nunca apareciste. Con mirada cabizbaja regresé al camino de la soledad por el que anduve hasta entonces.

Días después, una excusa en un papel cambió mi rostro, y aun conservo aquel duplicado texto que contiene un manuscrito con tu letra, sobrado de la dulzura que brota de tus entrañas.

Los artefactos no se hicieron esperar. No era para menos, porque es difícil no doblegarse ante tal destello grandeza, y sentir que un intruso se aproxima llena de pánico hasta al más bravo.

Entonces te llevé a mi bar de madera; allí sin mucha conversación pude sentir el roce de tus manos y te brindé de mi calor, justo aquel del que te sentías tan ávida.

Con palabras cantadas y frases dirigidas expresé lo que sentía y abrí la brecha de nuestro futuro, causando extrema piloerección sobre tus extremidades y algunas cosquillas no referidas.

Aquel día comiste de mi mano, complací cada una de tus peticiones, caminé tras de ti y fuiste mi guía mientras yo disfrutaba de aquella sensación de brindar lluvia cuando agua se requería.

Recuerdo nuestra plática en el depósito hemático; evadías las preguntas, no dabas respuestas, con el único fin de no poner en evidencia aquello que tanto te hacia sonreír.

Mientras hablábamos de ir al cielo pusiste un caduceo en mi zapato, factor desencadenante de celos y envidia en aquellos agentes distractores que nos persiguieron como sombra toda la noche.

Me marché y te di la espalda, mientras palpitaban nuestros corazones al sentir la ausencia obligatoria que separaba nuestros caminos y que nos hacía extrañarnos desde ese momento.

Fue entonces cuando una libélula se posó en tu nariz para arrojar una luz de esperanza y tratar de deshacer el mar de confusiones que aquella noche entre elogios, roces y risa se despertaron.

Desde entonces espero con ansias la cosecha de nuestro cultivo, que aunque solo se aprecien las semillas, sin duda alguna augura producciones significativas de una calidad extraordinaria.

Continuara....!!!

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